viernes, 25 de septiembre de 2009

VAMOS A DAR UNA VUELTA AL CIELO

Hoy, un año atrás. No muy larga la espera, como una hora y pico. Luego… se apagan las luces del Ágora y solo se encienden las del escenario, acompañadas por furiosos acordes rockeros y el visceral canto de Saúl Hernández que decía “Herranz,lñ´k skslñ ddfqiurvvn,zacm”. Gritos ensordecedores de los 4000 que estábamos ahí para recibir a Jaguares en su primera visita oficial al Ecuador, incluso desde Caifanes. Termina la primera canción y ahora sí Saúl con su voz castigada por 38 operaciones de garganta, saluda por primera vez a Quito diciendo: “Foukafm djmm mpqiq areeimaa, ossurdda-ssm” ¿Que qué significa eso? Cualquier saludo en español con acento mexicano pero con una amplificación de sonido pésima.



Foto: Diario El Telégrafo


Oye!!! Calibra bien esa huevada!!! No vale esa pendejada, chugggcha!!! El ingeniero de sonido recibía estas cariñosas palabras de aliento por montones, a pesar de que la culpa era del recinto y no de él. Arriba Saulito luchaba por hacerse entender tanto hablando como cantando. Tres canciones tuvieron que pasar para que medio se cache lo que sonaba y llegó Miedo y ahí sí saltamos todos, y ahí sí coreamos todos ese estribillo que se parece a la de Gerardo Morán pero que salió 15 años atrás: “Antes que muera, déjame amarte en vida...”

Ya acostumbrados, mas no resignados, a ese sonido totalmente imperfecto, medio disfrutamos de ese paseo por la carrera de uno de los últimos grupos exponentes del verdadero rock mexicano: Caifanes devenidos en Jaguares. Ya sé, no son lo mismo más allá de que el baterista y el cantante no hayan cambiado, de que Marcovich y su perfecta técnica guitarrera y abrumador estilo se hayan ido puteando al perro y al gato, de que la voz de Saúl sea la de Caifanes… con cinco cobijas encima del micrófono, pero la esencia es la misma, el feeling de sus canciones no ha cambiado, y lo mejor, el repertorio sigue intacto.




Foto: Diario Hoy

Nos regalaron un concierto bárbaro, ellos, pero el Ágora nos lo quiso cagar, el Poncho André se bajo de su bataca y cantó Miércoles de ceniza, el Vampiro le imprimió su propio estilo a los riffs y solos de las antiguas canciones de Caifanes sin cambiar una nota y el Saulito… lo máximo, qué entrega, qué amor a su público. Mi esposa un tanto indiferente a la música que se proyectaba hacía lo posible por disfrutar, y lo conseguía a ratos, como cuando sonaron Detrás de los cerros y La negra Tomasa. Yo, como siempre arrobado por cualquiera que sepa hacer buena música, y a estos sí los conocía bien.

Casi dos horas pasaron, entre puteada y puteada al sonidista, disfrutamos como pudimos hasta que la guitarra acústica de Saúl sonó nítida por primera vez en la noche, para acompañar Quisiera ser alcohol. A mí casi se me escapa una lágrima. A mi hermano se le escapó…

1 comentario:

Lobo 0 dijo...

Noche intensa, pero valga la aclaración:
El señor sonidista no tiene la culpa, probablemente no se graduó de "mago"...La organización debió haber escogido el lugar, que claramente no posee las condiciones óptimas para estos eventos o ya no las posee.