Hoy, un año atrás. No muy larga la espera, como una hora y pico. Luego… se apagan las luces del Ágora y solo se encienden las del escenario, acompañadas por furiosos acordes rockeros y el visceral canto de Saúl Hernández que decía “Herranz,lñ´k skslñ ddfqiurvvn,zacm”. Gritos ensordecedores de los 4000 que estábamos ahí para recibir a Jaguares en su primera visita oficial al Ecuador, incluso desde Caifanes. Termina la primera canción y ahora sí Saúl con su voz castigada por 38 operaciones de garganta, saluda por primera vez a Quito diciendo: “Foukafm djmm mpqiq areeimaa, ossurdda-ssm” ¿Que qué significa eso? Cualquier saludo en español con acento mexicano pero con una amplificación de sonido pésima.

Foto: Diario El Telégrafo
Oye!!! Calibra bien esa huevada!!! No vale esa pendejada, chugggcha!!! El ingeniero de sonido recibía estas cariñosas palabras de aliento por montones, a pesar de que la culpa era del recinto y no de él. Arriba Saulito luchaba por hacerse entender tanto hablando como cantando. Tres canciones tuvieron que pasar para que medio se cache lo que sonaba y llegó Miedo y ahí sí saltamos todos, y ahí sí coreamos todos ese estribillo que se parece a la de Gerardo Morán pero que salió 15 años atrás: “Antes que muera, déjame amarte en vida...”
Ya acostumbrados, mas no resignados, a ese sonido totalmente imperfecto, medio disfrutamos de ese paseo por la carrera de uno de los últimos grupos exponentes del verdadero rock mexicano: Caifanes devenidos en Jaguares. Ya sé, no son lo mismo más allá de que el baterista y el cantante no hayan cambiado, de que Marcovich y su perfecta técnica guitarrera y abrumador estilo se hayan ido puteando al perro y al gato, de que la voz de Saúl sea la de Caifanes… con cinco cobijas encima del micrófono, pero la esencia es la misma, el feeling de sus canciones no ha cambiado, y lo mejor, el repertorio sigue intacto.

Foto: Diario Hoy
Nos regalaron un concierto bárbaro, ellos, pero el Ágora nos lo quiso cagar, el Poncho André se bajo de su bataca y cantó Miércoles de ceniza, el Vampiro le imprimió su propio estilo a los riffs y solos de las antiguas canciones de Caifanes sin cambiar una nota y el Saulito… lo máximo, qué entrega, qué amor a su público. Mi esposa un tanto indiferente a la música que se proyectaba hacía lo posible por disfrutar, y lo conseguía a ratos, como cuando sonaron Detrás de los cerros y La negra Tomasa. Yo, como siempre arrobado por cualquiera que sepa hacer buena música, y a estos sí los conocía bien.
Casi dos horas pasaron, entre puteada y puteada al sonidista, disfrutamos como pudimos hasta que la guitarra acústica de Saúl sonó nítida por primera vez en la noche, para acompañar Quisiera ser alcohol. A mí casi se me escapa una lágrima. A mi hermano se le escapó…


Se nos fue el gran capitán, como lo mencioné en una nota anterior, el primer ecuatoriano de un equipo ecuatoriano en levantar la Copa Libertadores de América y ahora la Recopa Sudamericana. Llegó calladito, aunque dicen que no quería venir yo no lo creo, después de un discretísimo 2002 en Barcelona, se le abría la oportunidad en Liga que pretendía armar un gran equipo para el 2003; bajo el mando de Fossati, tuvo que pelearla con Alfonsito Obregón (en esa época casi imposible) y con el Negro Lucho (González). Hacia la liguilla empezó a consolidarse pero como un tercer volante mixto. El inicio del romance con la hinchada blanca fue el golazo en el 2-1 al Nacional, que consagró a Liga como campeón de ese año, también se comió un penal ese día pero no importa.

Ha tenido altibajos, pero nadie puede discutir que la banda izquierda de Liga por fin tuvo a un dueño irreprochable, antes estuvo Neicer, Capurro, Guamán, llegó Paúl y todo fue diferente. Ambrosi, aunque estés ahora con la camiseta “canalla” sabemos que la blanca nunca se desprenderá de tu piel y de tu corazón. Te esperamos en tu casa: LIGA DEPORTIVA UNIVERSITARIA.