sábado, 10 de mayo de 2014

EL CINE Y YO (I)

Advertencia: texto largazo, si no le interesan las cojudeces que escribo, favor remitirse a Youtube a ver vídeos de Daddy Yankee. LOL

Mi pasión por el cine es inconmensurable, amo todo lo referente al séptimo arte, aunque debo aceptar que, sin llegar a ser novelero, mi cinefilia no llega a ser especializada ni exuberantemente crítica; aún esperando el momento en que el tiempo me sobre, no me veo devorando todavía la obra de Bergman, Buñuel o Terrence Malick. Lo mío por ahora es el cine contemporáneo y hasta semi comercialón. Se darán cuenta en las próximas líneas que, mis primeros devaneos con la pantalla grande se dan con exitazos de taquilla, bien lejanos de lo que los críticos aprecian en una obra, pero que marcaron profundamente mi rol entre los espectadores.

No sabría decir ni el sitio (probablemente el Teatro San Gabriel), ni mi edad (tal vez 3 o 4 años), hasta dudaría de quién me llevaba (mi mamá, mi tía o ambas), pero en la previa recuerdo el inmenso cartel de los tantos que había en San Blas en ese entonces en el tramo entre el cine Alhambra y el Banco Central, y la réplica más pequeña que vi en la entrada del teatro arriba semi mencionado, de un hombre  de traje azul y capa roja surcando los cielos. Ni más faltaría decirles que poco recuerdo de las películas, porque eran la primera y segunda parte en función continua, salvo por dos escenas que se marcaron a fuego en mi memoria: el Hombre de Acero sosteniendo un helicóptero en una mano y a su eterno amor en la otra; la segunda, el General Zod haciendo volar gente y autos con un ligero soplido. Años pasaría para que me entere de la trama de ambos filmes. Por esas mismas épocas, no sé si antes o después de mi aventura en Metrópolis, iría a ver a mi otro ídolo de ese entonces Chespirito, en una grandiosa historia futbolística (I y II para variar).


 Así era el cartel que vi en San Blas

 A los 5 (eso sí lo recuerdo), iría con papá a ver mi primera película con algo de criterio para “seguir” la trama; fue en el teatro Benalcázar donde me dejaría subyugar por la lucha de unos prisioneros para escapar durante un partido de fútbol, el arquero era Stallone y el delantero estrella O’ Rei Pelé. Andando el tiempo un amigo de mis tíos nos llevó al estreno de “Las Aventuras de Enrique y Ana”, mejor no opino al respecto.



                                   Tapó un penal a los 94', el negro le quiere muchar
  
El hecho de que mis papás trabajaran hacía que mamá encuentre comodines en mis tíos para llevarme a los estrenos de la época, en ese aspecto yo era muy exigente. Así fue como vi al extraterrestre más famoso de la historia realizar una llamada a larga distancia intergaláctica. Y una tarde de 1983, en el Capitol, se grabaría en mi cabeza para siempre, en modo de maratón I, II y III, la historia de un boxeador de Filadelfia, que se convertiría junto con el Hombre de Acero, en mi más grande héroe cinematográfico de todos los tiempos. El que pregunte quién es, no tuvo ni infancia ni vida.


Caaasa.... Teléééfono....

En los dos años siguientes ya tenía plena conciencia de lo que veía, así fue como una tarde y noche llegamos retrasados con mamá al Metro para ver Superman III y ella me propuso que en la función continua viéramos el inicio que nos habíamos perdido. Demás está decirles que le hice berrinche porque me quería quedar a ver el resto de la película otra vez, no lo logré.“Los Gremlins” en el Rex con mis viejos, “Una aventura llamada Menudo” en el Alhambra con ellos mismos, en el Bolívar vería con mamá dos historias: un nerdazo que, entrenado por un japonés veterano de la WWII, llega a convertirse en campeón de karate y quedarse con la peladota, y la otra de un no tan nerdazo (ni siquiera nerd, medio loser pero no nerd), que mete las de andar cuando regresando en el tiempo hace que su mamá se enamore de él (grandiosa aventura edípica).


El nerdazo vs. el ídolo de Barney Stinson


Edipo en versión Zemeckis

 En ese mismo año 85 veía una noche la TV con mis viejos, en comerciales sale un anuncio de un tipo barbado levantando con polea un montón de rocas y luego un tipo rubio e inmenso mirando hacia abajo diciendo "If he dies... he dies." Tenía que ver esa película. Un domingo, probablemente septiembre de 1985 nos apersonamos mamá y yo en la inmensa fila que había en las afueras del Cine Rumiñahui; esa vaina no se movía, nos fuimos al Teatro Quito, ni siquiera había entradas; con paciencia franciscana volvimos a la fila del Rumiñahui y ya estaba anocheciendo cuando logramos entrar. Fue inolvidable e impactante para un chamo de 9 años ver como un chiquito le tumbaba a un mudote (lo que me serviría para tostarle a un mudote más mudote que yo en 2do. Curso, porque yo no era chiquito).

                                      

Ahora te saco la p... maldito yankee

Por esa época empezaron a aparecer los sistemas caseros de reproducción. Antológico fue cuando una de mis tías se compró un Betamax y pasé todo un fin de semana repitiéndome con mi primo Rocky III y Peter Pan. Con él mismo fui a una función en la Escuela Espejo donde proyectaban “Masters of the Universe”, con ese Skeletor del final que viéndolo ahora da vergüenza ajena. Sería en el 88 que iría a ver como masacraban la mitología de Superman con una película por demás ridícula. En el 89 al nerdazo karateca le dan una pisa pero vuelve a ganar el título.

En el año 90 mis papás compraron un VHS, con el obvio descenso de la frecuencia con la que visitaba las salas de cine. Cuando tenga chance les cuento el resto.

PD: En próximas entregas, como conocí a tu padre (Kubrick, Lynch, etc.)

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