
Lo más turro era tener que desear que al que estaba en la silla central le vaya mal, que se equivoque pronto para tener otro chance, y los tuve. Pero qué rayos pasó? No sé porque nervios no eran, desconocimiento peor, talvez ansiedad, deseaba tanto estar al frente que me ganaron las ganas, soñé tanto ese momento con eso de que “el pensamiento es materia” que al final nunca se dio. Probablemente por ese deseo tan fuerte es que el golpe fue peor.
El ego vence casi siempre, y esta vez me jugó una mala pasada, estaba seguro de que en la silla central tendría una gran participación pero de llegar a esa silla nunca estuve seguro. Hoy estoy convencido de ambas cosas. Voy a volver a intentarlo, mi familia insiste, yo ya no sé…
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