Advertencia:
texto largazo, si no le interesan las cojudeces que escribo, favor remitirse a
Youtube a ver vídeos de Daddy Yankee. LOL
Mi pasión por el cine es inconmensurable,
amo todo lo referente al séptimo arte, aunque debo aceptar que, sin llegar a ser
novelero, mi cinefilia no llega a ser especializada ni exuberantemente crítica;
aún esperando el momento en que el tiempo me sobre, no me veo devorando todavía
la obra de Bergman, Buñuel o Terrence Malick. Lo mío por ahora es el cine
contemporáneo y hasta semi comercialón. Se darán cuenta en las próximas líneas
que, mis primeros devaneos con la pantalla grande se dan con exitazos de
taquilla, bien lejanos de lo que los críticos aprecian en una obra, pero que
marcaron profundamente mi rol entre los espectadores.
No sabría decir ni el sitio (probablemente
el Teatro San Gabriel), ni mi edad (tal vez 3 o 4 años), hasta dudaría de quién
me llevaba (mi mamá, mi tía o ambas), pero en la previa recuerdo el inmenso
cartel de los tantos que había en San Blas en ese entonces en el tramo entre el
cine Alhambra y el Banco Central, y la réplica más pequeña que vi en la entrada
del teatro arriba semi mencionado, de un hombre
de traje azul y capa roja surcando los cielos. Ni más faltaría decirles
que poco recuerdo de las películas, porque eran la primera y segunda parte en
función continua, salvo por dos escenas que se marcaron a fuego en mi memoria: el
Hombre de Acero sosteniendo un helicóptero en una mano y a su eterno amor en la
otra; la segunda, el General Zod haciendo volar gente y autos con un ligero
soplido. Años pasaría para que me entere de la trama de ambos filmes. Por esas
mismas épocas, no sé si antes o después de mi aventura en Metrópolis, iría a
ver a mi otro ídolo de ese entonces Chespirito, en una grandiosa historia
futbolística (I y II para variar).
Así era el cartel que vi en San Blas
Tapó un penal a los 94', el negro le quiere muchar
El hecho de que mis papás trabajaran hacía
que mamá encuentre comodines en mis tíos para llevarme a los estrenos de la
época, en ese aspecto yo era muy exigente. Así fue como vi al extraterrestre
más famoso de la historia realizar una llamada a larga distancia
intergaláctica. Y una tarde de 1983, en el Capitol, se grabaría en mi cabeza
para siempre, en modo de maratón I, II y III, la historia de un boxeador de
Filadelfia, que se convertiría junto con el Hombre de Acero, en mi más grande
héroe cinematográfico de todos los tiempos. El que pregunte quién es, no tuvo
ni infancia ni vida.
Caaasa.... Teléééfono....
En los dos años siguientes ya tenía plena
conciencia de lo que veía, así fue como una tarde y noche llegamos retrasados
con mamá al Metro para ver Superman III y ella me propuso que en la función
continua viéramos el inicio que nos habíamos perdido. Demás está decirles que
le hice berrinche porque me quería quedar a ver el resto de la película otra
vez, no lo logré.“Los Gremlins” en el Rex con mis viejos,
“Una aventura llamada Menudo” en el Alhambra con ellos mismos, en el Bolívar
vería con mamá dos historias: un nerdazo que, entrenado por un japonés veterano
de la WWII, llega a convertirse en campeón de karate y quedarse con la
peladota, y la otra de un no tan nerdazo (ni siquiera nerd, medio loser pero no
nerd), que mete las de andar cuando regresando en el tiempo hace que su mamá se
enamore de él (grandiosa aventura edípica).
El nerdazo vs. el ídolo de Barney Stinson
Edipo en versión Zemeckis
En ese mismo año 85 veía una noche
la TV con mis viejos, en comerciales sale un anuncio de un tipo barbado
levantando con polea un montón de rocas y luego un tipo rubio e inmenso mirando
hacia abajo diciendo "If he dies... he dies." Tenía que ver
esa película. Un domingo, probablemente septiembre de 1985 nos apersonamos mamá
y yo en la inmensa fila que había en las afueras del Cine Rumiñahui; esa vaina
no se movía, nos fuimos al Teatro Quito, ni siquiera había entradas; con
paciencia franciscana volvimos a la fila del Rumiñahui y ya estaba anocheciendo
cuando logramos entrar. Fue inolvidable e impactante para un chamo de 9 años
ver como un chiquito le tumbaba a un mudote (lo que me serviría para tostarle a
un mudote más mudote que yo en 2do. Curso, porque yo no era chiquito).
Ahora te saco la p... maldito yankee
Por esa época empezaron a aparecer los
sistemas caseros de reproducción. Antológico fue cuando una de mis tías se compró
un Betamax y pasé todo un fin de semana repitiéndome con mi primo Rocky III y
Peter Pan. Con él mismo fui a una función en la Escuela Espejo donde
proyectaban “Masters of the Universe”, con ese Skeletor del final que viéndolo
ahora da vergüenza ajena. Sería en el 88 que iría a ver como masacraban la
mitología de Superman con una película por demás ridícula. En el 89 al nerdazo
karateca le dan una pisa pero vuelve a ganar el título.
En el año 90 mis papás compraron un VHS,
con el obvio descenso de la frecuencia con la que visitaba las salas de cine.
Cuando tenga chance les cuento el resto.
PD: En próximas entregas, como conocí a tu padre (Kubrick, Lynch, etc.)
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